¿Por qué no obedecen los hijos?

La desobediencia preocupa a muchos padres. En unas ocasiones los hijos hacen “oídos sordos” a las ordenes y en otras responden con pataletas y lloros para salirse con la suya. La reacción de los adultos es decisiva para corregir este comportamiento.

Que padre no ha pensado en alguna ocasión que su hijo se ha vuelto sordo. No solo no obedece sino que parece no escuchar cuando se le pide algo y ni se inmuta a pesar de la desesperación de sus padres

Para modificar esta actitud es necesario a veces cambiar nuestro comportamiento a la hora de indicarles que hagan algo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que no todas las formas de desobedecer son iguales. En  ocasiones los niños no obedecen a la primera, pero al cabo de unos “interminables” minutos acaban haciendo lo que se les pide; en otras simplemente no obedecen y una tercera clase de desobediencia es hacer lo que se les prohíbe.

También hay que diferenciar la edad, ya que no es igual que un adolescente “pase” de sus padres a la hora de asumir sus responsabilidades en casa, como ordenar su habitación, que la actitud a los tres años, cuando se suelen mostrar tercos y contestar “no” a todo.

Actitud de los padres

Antes de juzgar el comportamiento de los hijos, conviene que los padres también reflexionen sobre la forma en que dan las órdenes.

En ocasiones el menor no escucha lo que le pedimos porque está distraído jugando, por ello es conveniente asegurarnos que nos prestan atención antes de pedirles algo, y en otras no obedece porque no entiende lo que se le pide. Es habitual que los padres les ordenen varias  cosas a la vez (“lávate las manos, ordena tu cuarto y ven a comer”), y el niño se confunde  y olvida lo que se le ha dicho.

También  a veces se les dan consignas contradictorias.  Le pedimos que recoja la mesa y acto seguido que se vaya a estudiar. El menor no puede hacer las dos cosas al tiempo, si obedece en una estará desobedeciendo la otra petición.

También en ocasiones cuestionamos al niño que ha obedecido, pero que lo ha hecho incorrectamente. Si recoge la ropa como le hemos pedido, pero se deja un calcetín, le reñimos por lo que ha hecho mal, sin darnos cuenta que así le desmotivamos. Puede ser que  la próxima vez no obedezca, ya que piensa que de todas formas no se lo van a valorar.

No hay que olvidar que el comportamiento de los niños es, en gran medida, reflejo de una actitud de los padres que, a  veces, no saben imponer su autoridad con coherencia y constancia.

Esto no quiere decir que la responsabilidad sea totalmente de los adultos, sino que con nuestra forma de actuar podremos enseñarles que deben hacer lo que se les pide y asumir sus encargos.

Como dar consignas

Para que obedezcan  hay que tener en cuenta la forma y el momento en que se les dan las “órdenes”.

Cuando son pequeños, es aconsejable pedir las cosas de una en una para evitar las órdenes confusas y largas.

A determinadas edades es mejor plantear las consignas de forma positiva. Así, en lugar de decir: “¡Lávate los dientes!”, se puede decir » a lavarse los dientes!” con tono cariñoso pero firme.

Hay que evitar gritar y ponernos nerviosos. La autoridad se puede demostrar utilizando la voz y la mirada.

Pero pedir de forma adecuada no garantiza que los hijos obedezcan. La respuesta ante la desobediencia también es muy importante, ya que de ella dependerá en gran medida que los niños aprendan a corregir su comportamiento.

Qué hacer si no obedecen

Lo primero es asegurarnos de darle suficiente margen de tiempo para que obedezcan. En ocasiones no obedecen a la primera, pero rectifican rápidamente y hay que valorar ese paso.

Si aún así no obedece, hay que hacerles saber claramente las consecuencias de su actitud, pero sin amenazas. Son consecuencias naturales que se derivan de la conducta realizada y deben ser proporcionales y adecuadas a cada edad.

Además hay que asegurarse que se puede cumplir la aplicación impuesta. No tiene sentido castigarles a no ver la tele en un mes si luego no se mantiene, porque el niño se dará cuenta que son amenazas fruto del momento que luego se olvidan y les dará igual obedecer o no.

Hay que mantenerse serenos pero firmes, aunque el niño monte una pataleta. No hay que ceder a estos pequeños “chantajes”. Es mejor no entrar en su juego y dejarlo solo en un rincón hasta que se calme.

De la misma forma, los padres deben evitar hacer ellos lo que han pedido a su hijo que haga. Puede que sea más fácil, pierdan menos tiempo y eviten tensión y enfados, pero hay que recordar que lo único que consiguen es que el niño aprenda que si tarda en hacer lo que se le ordena o protesta en lugar de obedecer, al final no tendrá que hacerlo, porque sus padres se cansarán antes y lo harán ellos.

Es muy efectivo además reforzarle la actitud positiva, más que castigarle por lo que no hace. Así, si recoge la habitación demostrar alegría por su conducta. Asimismo, los padres deben evitar decir a los hijos frases como “eres malo”. Es mejor cuestionar el comportamiento determinado que criticar al niño.

Recuerda

-Dar las órdenes claras que eviten la confusión

-Pedir las cosas de una en una para no saturarle

-No perder los nervios

-Reforzar la conducta positiva con  sonrisas, abrazos y gestos de aprobación

-Evitar hacerlo nosotros para no oírle o no pelearnos.

– Mostrarse firme y mantener los castigos.

-Utilizar el tono de voz y la mirada

-Explicar el porqué de las órdenes. Cuando los niños entienden las razones les es más fácil obedecer.

-Estar de acuerdo ambos padres. Los hijos son muy hábiles para detectar que padre es más permisivo y utilizarlo a su favor.

-En caso de situaciones difíciles de manejar solicitar asesoramiento a especialistas.

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